¡Hola, hola! Hoy os traigo un breve respiro entre hauls, sorteos y demás temas acaparadores de las últimas entradas. Hoy os quiero hablar de otros blogs en los que me gusta perderme para encontrarme. Mi lista de lectura es más grande de lo que soy capaz de gestionar y el orden en el que aparece este humilde y cariñoso conjunto de blogs no tiene nada que ver con favoritismos. De hecho, probablemente me olvide de mencionar alguno de mis rincones predilectos pero me voy a centrar en mencionar sitios activos por los que me dejo caer con demasiada frecuencia y con los que me gusta procrastinar leyendo sus nuevas hazañas junto con un café con leche (aunque no siempre tenga tiempo como para dejar huella en ellos en forma de comentario... esta es mi manera de devolverles un poco de amor).

¡Tomad nota de todos ellos!

Felicidades pequeña. Ayer cumpliste 24 años pero aún recuerdo nítidamente aquella noche del 23 de enero diciéndole a tu padre que "hoy tengo tres y mañana tendré cuatro" (levantando tus pequeños dedos para enfatizar tu afirmación). También recuerdo la gracia que te hacía pensar que un día, en tu cumpleaños del 24 de enero, cumplirías 24 años. Te imaginabas cómo sería la Noelia de 24: su aspecto, dónde estaría, quién estaría a su lado...

¡Hola, hola! Hoy os traigo una entrada informativa. Con motivo de mi próximo cumpleaños (24 de enero) me ha invadido el sentimiento generoso de querer dar algo a cambio... como cuando repartías chuches en el cole. Tenía dudas sobre si realizar un sorteo de una ilustración hecha con cariño sería "suficiente" puesto que nunca he organizado nada así pero después de consultarlo con la almohada y con gente bonita he tomado la decisión de lanzarme a la piscina (de bolas, porque ¡estamos de cumple!)

Os presento mi primer sorteo que se realiza vía Twitter. Las bases son muy sencillas: sólo tienes que hacer RT al Tweet sobre el sorteo (fijado en mi perfil) y seguirme (¡si no lo estabas haciendo ya!) en mi Twitter: @noleesheep. Sobra decir que el RT debe hacerse desde la cuenta con la que se hace el follow y, por supuesto, que se corroborará que se cumplan estos simples requisitos cuando se anuncie al ganador.

¡Hola, hola! Os pongo en situación para entender la entrada de hoy: hace una semana hice ejercicio por primera vez en meses (por eso de tenerlo como propósito de 2017) y tuve un día enérgico y bien después de una monstruación especialmente horrible (ya sabéis de qué pie cojean mis ovarios, os lo conté aquí). Bueno, cayó la noche y con ella se congestionaron todas mis ideas. Tenía las fosas nasales tan taponadas, así, de repente, que no me lo podía ni creer.

Al principio pensé "bah, no será nada". Y a la madrugada amanecí con una de las peores gripes de mi vida. Ya había pasado por una en noviembre y me creía a salvo de la epidemia. Pues no. Entre que la monstruación te baja las defensas y que yo soy un imán para las catástrofes me tocó estar unos días convalecientes haciendo reposo absoluto.

La cuestión es que yo soy un poquito exagerada. Leed "poquito" con tono sarcástico. Me encontraba tan mal que empecé a pensar en "si me muero". En mi herencia. De verdad, no sé cuántas veces habré pensado ya un "me muero". Total, que empecé a pensar en todas mis cosas y en qué harían con ellas si la gripe ganaba la partida. Y recordé que tengo muchas cosas. Demasiadas. Y aún suerte que gran parte de infancia-adolescencia se ha quedado almacenada en casa de mis padres.

Así que una vez recuperada, sabiendo que evidentemente no estaba muerta y que mis cosas seguían siendo mías para alimentar mi querido Síndrome de Diógenes (mezclado con TOC para tener todo ese botín bien ordenado), decidí bajar una de las cajas de lo alto del armario que contenía mis figuritas frikis de la adolescencia y presentaros parte de mi herencia... por si la ola de frío me remata.

¡Hola, hola! Hoy cierro las navidades de 2016 haciendo un haul de mis queridos regalos, así como un pequeño resumen de las fiestas. Es una entrada que me hace ilusión escribir e ilustrar con imágenes recién sacadas del horno y a la vez me entristece puesto que al terminar estas líneas me dedicaré a quitar la decoración navideña de nuestro piso y... ¡qué penita! 

Han sido unas navidades muy especiales: las primeras que compartimos en nuestro hogar, las primeras en las que nos alternamos para ver a ambas familias. Nos hemos organizado tal que así: Nochebuena, San Esteban y Reyes con los suyos; Navidad y Año nuevo con los míos. Hemos comido como nutrias famélicas, como verdaderas hienas... Estoy que no quepo de gozo ni en la silla.

También han sido unas navidades especialmente generosas puesto que he recibido más de lo que esperaba (y/o merezco). Algunos regalos no asomarán por este rincón pero podéis indagar en mi Twitter en busca de ellos (eran demasiadas cosas que fotografiar). En serio, tanto À. como nuestras familias se han pa-sa-do conmigo. Juzgad vosotros mismos:

Hoy os quiero hablar de uno de los seres más importantes de mi vida. Es de la familia y a la vez es una gran amiga. Hoy os quiero hablar sobre mi querida Linda y la experiencia de adoptarla.

Ya vine al mundo con un hermano siete años mayor pidiendo un perro. Queríamos un perro, necesitábamos un perro. Al principio todo fueron pájaros, peces, hámster (oh, Mordisquitos...) pero el canino se resistía. No fue hasta hace catorce años que llegó ella.

Yo estaba pasando por un infierno en el colegio, una de las peores épocas de mi vida, y mis padres llegaron a la conclusión de que un fiel amigo me daría un gran chute de ánimos. Fue inesperado incluso para ellos porque un sábado fueron a la perrera del Tibidabo a mirar, sólo a mirar e informarse... y volvieron con Linda.