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Noëlle, 29 años. Artista de manos pequeñas. Madre de plantas y de un perro llamado Ficus. Ilustradora, diseñadora gráfica, fotógrafa aesthetics y bloguera desde la cuna.

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Cuarto y último día en Londres


¡Y llegamos al final de la maravillosa escapadita a Londres! He decidido hablaros en una misma entrada del penúltimo y último día allí porque el último es básicamente ardillas y la vuelta a casa así que hoy cerraremos el viaje... pero no será la última entrada al respecto ya que pronto subiré un Camden Haul con las compras de allí (sino esta entrada sería eterna).

Antes de empezar os quiero agradecer todos y cada uno de los comentarios y amor que me dais tanto por aquí como por cualquier RRSS (iconos con enlaces directos encima de estas líneas). Me alegro de que os haya gustado que compartiera esta felicidad y estos días con vosotros y me encanta tener el feedback de cualquier cosa que escribo (sobre todo si me decís que transmito toda la felicidad que viví en aquel entonces). ¡Gracias! Y ahora... ¡al turrón!

7 de diciembre de 2016: Cuando planeamos el viaje yo sólo pensé en una cosa: Camden Town. Vale, también quería volver a ver Londres y sobre todo enseñárselo a Àlex... pero mi principal motivación era llevar la maleta ligerita a la ida y volver con sobredosis de Camden. Y así fue.



Una de las cosas que más recuerdo de mi primera vez en Londres hace seis años es Camden. Sus extravagancias, sus puestos ambulantes de comida, sus frikadas, su fauna... Todo. En aquel entonces me compré una de mis camisetas favoritas (que ahora la pobre está hecha polvo), de esas camisetas que te pones en un día tan importante como "primer día de empezar los estudios de diseño". Pues ésa salió de Camden. En Barcelona tenemos algo parecido llamado Carrer Tallers que también me apasiona y está llena de tiendas alternativas y maravillosas... pero en comparación a Camden se queda en una calle estrecha y húmeda.



Así que lo tenía claro, el miércoles y penúltimo día tocaba Camden. Fuimos tempranito y pasamos una larga mañana allí. Primero fui con cámara en mano deleitándome con cada milímetro de superficie, con un Àlex maravillado al lado y memorizando todas las tiendas por las que quería pasar más tarde. Espero haber plasmado correctamente parte de la magia que se siente al estar allí.











Llegados a cierto punto laberíntico guardé la querida Canon y saqué la cartera. Primero me compré cinco camisetas por un precio ridículo. Cinco camisetas básicas con estampados geniales. Las veréis muy pronto en la entrada prometida de Camden Haul.







Después compré ciertos regalitos para personas muy especiales, elegidos entre un mar de cosas bonitas. Luego nos compramos una funda de madera para el móvil cada uno. ¡Funda chulísima! Había de mil grabados y cada uno con tres tonos diferentes de madera para elegir.



Más tarde insistí a Àlex en que tenía que comprarse algo, sí o sí. Él es muy de todo para los demás y se conforma con lo que tiene. Y no, ya hemos comprado cosas para los demás, ahora toca mimarse a uno mismo. Fuimos a una tienda muy guay con un dependiente marroquí súper majo. Italians? Preguntó. ¡No! ¡Españoles! Y nos empezó a chapurrear un poquito de español. Entonces Àlex eligió un jersey de Breaking Bad gordito, calentito y estupendo. Y el dependiente nos preguntó si quería algo más. Le había gustado otro jersey (vale, sobre todo me había gustado a mí, para robárselo de vez en cuando) de Star Wars. Le preguntamos el precio y uf, ya picaba un poco, mejor no. Entonces preguntó ¿Cuánto te quieres gastar en total?. Àlex dijo cuarenta libras. Él dijo venga, cuarenta y cinco. Dijimos meeeh y nada, al final cuarenta. Esa es una de las cosas que me gusta de Camden: el regateo y las ofertas. Fue súper agradable y amable y Àlex consiguió dos jerseys buenísimos y súper chulos (el de Star Wars era de "marca" y era un poco más caro, pero al final fue una ganga).

Una de las cosas que quería encontrar en Londres era una cartera. La necesitaba muchísimo. Llevaba un año buscando en tiendas de ropa y de accesorios pero ninguna, absolutamente ninguna, me gustaba. Quería que fuera no muy grande, con un buen cierre, bonita, práctica... a todas les encontraba pegas. Incluso llegué a comprarme una en Stradivarius que más tarde devolví porque se quedaba muy abierta al ponerle cuatro tarjetas y me daba la sensación de que se caerían fácilmente.

Y entonces llegó el flechazo. Era en una zona más de cosas artesanales, más sofisticadas. La tienda vendía accesorios hechos a mano y con corcho reciclado. Mi corazón empezó a latir con fuerza porque fue amor a primera vista y muy intenso. Era la cartera de mis sueños. Vi el precio y dejé de respirar... cuarenta y cinco libras. Pero Àlex me recordó que llevábamos dinero de sobras (de hecho... sobró bastante), que llevaba un año buscando una cartera que me hiciera sentir así y... bueno, no tuvo que convencerme mucho más. El dependiente me demostró con una pulsera de corcho lo resistente que éste es y bueno, que obviamente me la quedé. Y fui muy feliz. Para terminar me autoregalé una Snitch dorada porque necesitaba algo de Harry Potter de este viaje tan mágico.



Y empezamos a buscar algún sitio donde calmar el hambre (porque el hambre de comprar ya estaba resuelto). No tuvimos que dar muchas vueltas: pasamos al lado de un puesto chino cuya dependienta nos abordó con ¡probad este pollo! ¡probad este pollo! Lo cogió Àlex porque sabe que no me gusta la comida china. Entonces la señora dio otra bolita de pollo rebozado para mí. "Mierda", pensé. Pero me la comí y... ¡Estaba delicioso! Así que nos pedimos fideos de allí (baratísimos y deliciosos) y la señora, como si fuera mi madre, nos añadió de todo aunque le decíamos "no hace falta" ¡NO HOMBRE, TOMA POLLO... Y GAMBAS REBOZADAS!. Encontramos unas sillas, sin mesa y sin nada y ahí nos plantamos a comer... con el botín de las compras entre las piernas y la mejor comida china que ha tenido el honor de pasar por mis fauces.

Emprendimos el retorno hacia el metro y por el camino había un puesto de zumos de naranja recién exprimidos bastante famoso y con mucha cola. Por una libra conseguimos una botellita del mejor puto zumo de naranja que he probado en mi vida. Fueron las mejores horas del viaje para ambos: lo más divertido, extravagante y curioso. ¡Y había encontrado la cartera de mis sueños!



A la tarde recorrimos un buen trozo del Hyde Park, con sus ardillas y sus fuentes bonitas. No puedo parar de deleitarme en hablar de lo bonitos que son los parques allí. Bonitos y fotogénicos.






Cuando ya cayó la noche quedamos con un viejo amigo de Àlex que lleva un par de añitos trabajando en Londres (y esperamos que vuelva pronto porque, según él, está harto de la comida de allí y echa de menos el jamón jajaja). Fuimos a un pub inglés; un auténtico pub inglés con madera y paredes oscuras y luz tenue. No soy tan fan de la cerveza como del vino y no había nada parecido a una clara así que me pedí una sidra que estaba deliciosa. Oh, y unas chips. También muy ricas (y eso que el salero y pimentero estaba intercambiado y, con la poca luz que había, eché un montón de pimienta pensando que era sal... ups).



A la vuelta hacia el apartamento me encontré con una tienda de souvenirs que tenía algo que iba buscando de reojo pero no encontraba. Al día siguiente... lo primero que hice fue comprarlo.

8 de diciembre de 2016: Maletas preparadas y cargadas de recuerdos y cosas bonitas fuimos a por un último café y paseo... y mi capricho. Como buena fan de Friends no podía resistirme a un gorro británico hortera como el que Joey se compró en su visita a Londres.



Último paseo, último café latte para llevar... último intento de meterme una ardilla en la mochila y traérmela a España.



Compramos unos deliciosos bocatas de chorizo con queso y nos aventuramos a volver. Al igual que todo el viaje fue un camino de rosas: pudimos coger un autobús antes de tiempo y llegar sobrados al aeropuerto. Nuestro vuelo no se retrasó ni un minuto (de hecho... llegó incluso antes). En el aeropuerto gasté las últimas libras en monedas que no podría cambiar en un cojín con la bandera británica para ir cómoda en el avión. Me subí al avión como una valiente; sin pastillas como a la ida y casi sin miedo. En el despegue volví a respirar hondo porque me sigue impresionando demasiado pero nada, lo superé. Y me sentí invencible.



En el vuelo nos regalaron una bolsa de patatas fritas a cada uno y estaban exquisitas (al parecer sólo saben cocinar patatas). Jugamos al Angry Birds juntos haciendo un nivel cada uno y, cuando quise darme cuenta, ya tenía a una preciosa Barcelona iluminada a mis pies.



El mejor viaje que hemos hecho hasta ahora; con todo a favor, superando expectativas y dejándonos con ganas de seguir haciendo kilómetros juntos.

Y Londres, bonita mía, hasta la próxima.
See you!

Comentarios

  1. ¡Y ahí está mi foto favorita! Me dejas con todo el mono de volver a Londres tía... maldita pobreza.
    Como siempre, una entrada exquisita.
    Besitos flor ❤

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  2. Joey no podía faltar :3
    Para exquisitos... los nachos que te serviré cuando vengas a casa. Besis.

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  3. Me he leído todas las entradas del tirón y mira, me alegra muchísimo saber que todo salió a la perfección y lo disfrutasteis tanto, ojalá os vengan más porque os los merecéis. Y porque nos encantan estas entradas, la verdad.

    Eso sí, ahora estoy deseando ver el haul, porque ya te digo que yo me hubiera arruinado en Camden.

    Un abrazo,
    S.

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  4. ¡Qué bien que te haya gustado vivir el viaje a través de estas entradas Sab! En breves sale el haul del horno ❤ ¡Un súper abrazo!

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